viernes, 6 de abril de 2012

Poner las barbas a remojar

La muerte de Dimitris Christulas, jubilado de 77 años, el miércoles pasado, debería llevarnos a muchas reflexiones sobre los tiempos que vivimos. Desde aquí, alguna aportación a esas reflexiones.

Desde el punto de vista policial, cuando una persona se suicida y se le encuentra alguna nota que, directa o indirectamente, señala al culpable (o culpables) del hecho, esa persona (o personas) pasa a ser sospechosa y se le investiga para comprobar su implicación en los hechos.

Desde el punto de vista de la salud mental, cuando una persona muestra riesgo al suicidio, se trabaja con ella para intentar eliminar las causas de esa idea y se intenta proveer a la persona de recursos que le permitan dirigirse en la dirección contraria, la de la vida.

Por supuesto, no sabemos, si Dimitris, antes de su muerte pidió ayuda profesional o si siquiera presentaba ideas suicidas, lo único que parece claro es que dentro del ambiente (Grecia) en que vivía, esa ayuda no hubiera llegado nunca, y no por que en ese país la asistencia psicológica sea mala, si no por que, esa asistencia, sirve de muy poco cuando las causas que provocan el suicidio, no sólo no mitigan si no que crecen de manera desmesurada, y esto no está en manos del profesional que hace lo que puede.

Volviendo al principio, si Dimitris llevaba una nota en su bolsillo en la que culpaba a las autoridades (políticos y financieros), ¿está la policía de ese país investigando a éstos?

Y volviendo a la salud mental, extraigo de EL PAÍS: "[...]ha puesto de relieve dos fenómenos cada vez más concatenados: la crisis económica y el incremento de las enfermedades mentales y los suicidios. En los primeros cinco meses de 2011, se suicidaron un 40% más de griegos que en el mismo periodo de 2010, según el Ministerio de Sanidad. Fuentes de la policía griega señalan que los casos documentados de suicidio —intentos incluidos— han sido 1.730 desde principios de 2009 hasta diciembre de 2011. Pero para el responsable de la ONG Klimaka, en declaraciones al diario Eleftheros Typos, el número simplemente se ha duplicado en el último año.
Los jubilados han visto reducidas sus pensiones un promedio del 15% desde que empezó la crisis, a comienzos de 2010; las superiores a 1.200 euros mensuales han sufrido una merma adicional del 20%. Con una pensión media de 550 euros, y un gasto en medicinas de 150 —el que se calcula puede verse obligado a desembolsar un pensionista con una enfermedad crónica, ahora que las subvenciones al gasto farmacéutico desaparecen—, la liquidez disponible para afrontar los gastos mínimos de manutención no alcanza: el litro de leche ronda los 1,5 euros; cuatro yogures, otro tanto; el IVA del gasóleo de calefacción se eleva ya al 18%, y la controvertida tasa inmobiliaria que aprobó el Gobierno en septiembre —otro recurso a la desesperada para hacer caja— encarece los recibos de la contribución (y deja sin luz en caso de impago)."


Ah, cuando las barbas de tu vecino veas cortar...



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